Recital
para todos y todas
No todo el público ingresa al
estadio. Un grupo de 20 personas con sillas plegables de jardín se sienta al
lado del frío y mojado paredón del club Geba a escuchar el recital de Ricardo
Montaner. Un chico de aproximadamente 25 años abraza a lo que parece ser su
novia de pelo largo café. Unos niños que corren entre los charcos, dos o tres
trabajadoras de la zona roja que por esta noche cambian las bocinas de los
autos por la voz de Montaner detrás de un muro, una pareja de ancianos que se
acomoda en las reposeras y preparan mate.
Puede verse las luces del campo y se escucha la voz
del locutor del espectáculo que anuncia dónde están las salidas de emergencia y
destaca los precios caros de la cafetería Martínez que al parecer se encuentra
en el campo del estadio.
Son más de las nueve de la noche,
la guardia policial que hacía un cordón humano para que el público supiera
donde ubicarse para ingresar ya no está. Solo quedan algunos oficiales, el
personal del club en su mayoría femenino y los vendedores que tras haber
atosigado a las damas al ingreso del recital recargan fuerzas para contraatacar
a la salida.
Una guitarra acústica comienza a
sonar. “Deben ser los hijos de Ricardo” comenta una de las chicas de campera y
capucha roja. El público gasolero que
decidió venir a escuchar sin ver a Montaner comienza arrimarse la entrada del
campo para vivir más de cerca el espectáculo. La lluvia también se hace presente pero estos fans sacan paraguas y bolsas de supermercado para
cubrirse.
¿Qué es ese abucheo? Pregunta la
señora de campera negra deportiva a la oficial convidándole un mate. “Es que
hace media hora que se está proyectado el video del disco y la gente quiere ver
a Ricardo” contesta mirándola a los ojos. “Increíble que lo bardeen así” balbucea una joven de
cabello rojo abrazada a un muchacho sin campera. Las palmas del público de
adentro del estadio se hacían oír y los gritos de desaprobación al video se hacen evidentes hasta para los que no estaban en la cancha.
“Ahí empieza, ¡escucha, escucha!” le grita una vendedora de tazas de Montaner a la que vendía posters. No importaba que canción sonara las dos parejas jóvenes siguen bailando lentos fuera del club. La lluvia y la voz de Ricardo compone el escenario para que los besos fluyan como nada.
“Bésame la boca, con tu lágrima de risa, bésame la luna y tapa el sol con el pulgar” canta Ricardo en el escenario y del otro lado del muro un joven de campera azul abraza la rubia del otro lado del muro susurrándole al oído la canción. Las parejas se besan, los dos niños de siete años aproximadamente miran con cara de asco para otro lado.
“Ahí empieza, ¡escucha, escucha!” le grita una vendedora de tazas de Montaner a la que vendía posters. No importaba que canción sonara las dos parejas jóvenes siguen bailando lentos fuera del club. La lluvia y la voz de Ricardo compone el escenario para que los besos fluyan como nada.
“Bésame la boca, con tu lágrima de risa, bésame la luna y tapa el sol con el pulgar” canta Ricardo en el escenario y del otro lado del muro un joven de campera azul abraza la rubia del otro lado del muro susurrándole al oído la canción. Las parejas se besan, los dos niños de siete años aproximadamente miran con cara de asco para otro lado.
“La fiesta sigue ¿cuántos estas listos?” pregunta el cantautor venezolano. El publico del estadio y las chicas de afuera
incluyendo a la policía gritaron “¡si!” efusivamente. Hasta la pareja mayor que
está sentada en las reposeras verdes se levanta a bailar. La fiesta no solo
es adentro de Geba. Las zapatillas y tacos altos de las trabajadoras de los
bosques de Palermo se enterraron en el barro al bailar conga al ritmo de
Ricardo.
“Y te haré compañía mas allá de los días y te juro que arriba te amare más” canta junto con Montaner el señor de cabello canoso y voz ronca a su amada que sostiene de la mano mientras la lluvia les garuaba encima.
Las dos horas se pasan volando para todos los fans, lo que pagaron más de 200 pesos la entrada y los que no.
El recital terminó, las puertas se vuelven a abrir. Todos y todas se mezclan, ya no se puede distinguir quiénes tienen entrada de los que no. Los rostros de los dos bandos son iguales. Felices. Los comentarios son los mismos, “¡Qué bueno que estuvo!”, “Me emocioné tanto cuando cantó con su hija”. Vivencias diferentes. Sentimientos iguales adentro y afuera.-
“Y te haré compañía mas allá de los días y te juro que arriba te amare más” canta junto con Montaner el señor de cabello canoso y voz ronca a su amada que sostiene de la mano mientras la lluvia les garuaba encima.
Las dos horas se pasan volando para todos los fans, lo que pagaron más de 200 pesos la entrada y los que no.
El recital terminó, las puertas se vuelven a abrir. Todos y todas se mezclan, ya no se puede distinguir quiénes tienen entrada de los que no. Los rostros de los dos bandos son iguales. Felices. Los comentarios son los mismos, “¡Qué bueno que estuvo!”, “Me emocioné tanto cuando cantó con su hija”. Vivencias diferentes. Sentimientos iguales adentro y afuera.-